FERRARI Y LA MALDICIÓN DE BINOTTO

Max Verstappen afirmó recientemente que fue en el Gran Premio de Francia cuando tuvo el convencimiento de que iba a ganar su segundo título de campeón del mundo. Antes de Paul Ricard, la Fórmula 1 había visitado Silverstone y el Red Bull Ring. En Reino Unido, Verstappen parecía capaz de llevarse el triunfo, pero un trozo de un AlphaTauri se incrustó en el fondo de su vehículo, haciéndole perder mucho rendimiento, por lo que se tuvo que conformar con el séptimo puesto.

En el Red Bull Ring sucedió algo que llenó de dudas a Max Verstappen. Al contrario que en temporadas atrás, donde el monoplaza de la bebida energética se había mostrado extremadamente sólido, el Ferrari de Charles Leclerc tuvo mejor ritmo de carrera y un mejor trato a los neumáticos, dejando al neerlandés sin respuesta. En Francia, la situación prometía con ser similar, pero el duelo entre Verstappen y Leclerc acabó con el monegasco contra el muro cuando intentó incrementar su ritmo. Un error no forzado del de Ferrari que no era el primero del año y que cambió la convicción de Verstappen.

No fue lo único que sucedió en Francia. Tras el tercer abandono de Leclerc en la temporada, no solo el piloto perdía terreno con Verstappen, quién logró su séptima victoria del año, sino que Red Bull ponía tierra de por medio con Ferrari. En Maranello, necesitaban una bomba de humo, algo que desviase la atención tanto del error de su piloto como de las decisiones estratégicas, y ahí se destacó Mattia Binotto pronunciando una frase casi anti-profética; “No veo por qué no podemos quedar las diez carreras que quedan”.

Si bien es cierto que la frase logró su objetivo, pues puso el foco sobre la misma en un momento en el que confianza de los ferraristas en su equipo tras acciones como las de Mónaco, Bakú, y la propia Francia, estaba bajo mínimos, ha acabado pesando como una gran losa sobre el dirigente italiano, pues no ha podido tener peor desenlace.

Desde que Binotto dijese las citadas palabras, la Fórmula 1 ha viajado a Hungría, Bélgica, Países Bajos, Italia, Singapur, Japón, Estados Unidos y México, ocho de diez. Y Ferrari no ha ganado una sola. De hecho, ha sido Red Bull quién ha hecho pleno de victorias, con siete triunfos de Verstappen y uno de Pérez.

El bagaje final es que, Francia incluido, Ferrari, que aún veía posible el título de constructores, ha sumado 184 puntos, mientras que los pilotos de la bebida energética, ya campeones, prácticamente han doblado a los de Maranello en ese mismo periodo, con 336 puntos. De hecho, Mercedes ha sumado en ese mismo periodo 207 puntos, por lo que lejos de haber tenido a una Ferrari luchando por el mundial de constructores, hay una Ferrari luchando por no perder el subcampeonato. Eso, sin tener del todo claro que no quieran perderlo debido a las bonificaciones sobre el desarrollo disponibles para quiénes queden más atrás en la clasificación.

Quizás lo más frustrante es que, más allá de fallos estratégicos y de pilotaje puntuales, Ferrari tenía vehículo para luchar por las victorias, y sin embargo, su rendimiento ha ido decayendo desde verano hasta rozar mínimos en México, donde quedaron en tierra de nadie, muy lejos de los Mercedes.

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